lunes, 11 de abril de 2011

Correr es de...locos y el running más


El jueves 1, el viernes 5. ¿ Qué significan esos números ?, no pueden ser días de mes, ¿ cosas que he hecho, que me han pasado, que han ocurrido sin más ?, ¿ y si hablamos de tiempo ?, si, del paso del tiempo y la forma de contabilizarlo, por ejemplo desde los segundos en adelante, los minutos,..las horas. Supongamos que esas cifras registran minutos,.. seis minutos ¿ que representa ese tiempo en pongamos, por ejemplo, los últimos veinte años ?, ¿ qué importancia pueden tener esos 360 segundos en un día, en una semana, en un mes, en un año,..en veinte años ?, sería como una gota en la inmensidad del océano o un grano de arena en una playa caribeña, una espina de cactus en el desierto o una brizna de hierba en la campiña inglesa. Hay preguntas que carecen de sentido, y por más que el sentido se ponga al servicio del esfuerzo de comprensión no existe la posibilidad de obtener una repuesta convincente.  A pesar de lo planteado, lo intento de todas maneras, la réplica al interrogante sería que no representa nada, que no tiene ninguna importancia, que es ridículo el mero intento de valorar la magnitud de la comparativa, de tan siquiera considerarlo. A medida que busco sinónimos para resaltar la insignificancia de la consideración previa, la suma de esos dos números, seis, adquiere una nueva dimensión para mi, al alcance de algo que todavía no he alcanzado, básicamente porque a fecha de hoy ni me lo he planteado. Parece evidente pensar que el 5 tendrá en este caso una consideración superior que el 1, por importancia, por rendimiento, por repercusión y porque quintuplica su valor. En cambio y a diferencia de lo que dicta la lógica, para mi el 1 fue el número trascendente, el número mágico, el número de interés variable ( por un rendimiento creciente ). Porque fue el primero, por nuevo, por inesperado, por extraño, porque pasó, por sensaciones olvidadas en el baúl de los recuerdos. Brutal ese número 1, ese minuto intenso y entero, esos sesenta segundos uno a uno.

No recuerdo exactamente como ocurrió, la tarde transcurría con normalidad en los alrededores de la ermita, seis y algo tras cuarenta minutos andando, ochenta centímetros por paso, brazos hacía delante vaivén hacía atrás, adelantando por la izquierda a abuelos de paseo y sorteando baldosas levantadas por la raíz de los árboles. Ultimo tramo ligeramente hacía arriba llegando a la rotonda del minero, giro a la derecha saliendo de esta, descenso suave fin del adoquín, comienzo del pavimento de cemento. En ese sitio concreto fue donde sucedió. Si hubiera seguido la circunferencia de la rotonda y el cambio de sentido, habría entrado de nuevo y por cuarta vez en la avenida arbolada y embaldosada y con la cadencia de movimiento de la izquierda y la derecha, mantenida hasta ese momento, habría llegado al paso de cebra de la estación en el mismo tiempo que el trayecto contrario anterior. Pero, sin saber porque ni porque pasó, cambié sobre la marcha el recorrido que seguía hasta ese instante y salí hacía la derecha, donde el asfalto descendía ligeramente durante unos metros para alcanzar enseguida un llano plano, soso y aburrido. Quizás debido a la fuerza centrípeta que me lanzó fuera de la trayectoria circular o la inercia remanente que me recorría el cuerpo, lo cierto es que al apearme en marcha del camino establecido, un pequeño cosquilleo serpenteaba sigiloso a través del músculo aductor mayor del muslo y bajaba progresivamente a través del soleo hasta el tendón de Aquiles. De repente,  flexiono levemente la articulación de la rodilla y un pie adelanta al otro, el otro al uno y sorprendido me doy cuenta que sino levanto uno justo después del otro, con un ritmo simétrico repitiendo la alternancia y extendiendo las piernas, me caigo sin remisión una vez alcanzada ya la velocidad de crucero. Ostia, !estoy corriendo!, el mover una pierna delante de la otra, doblando las rodillas, notando como rebotan contra el suelo, crujen los talones y se agarrotan músculos que desconocía que tenía es,..!correr!. Hacía demasiado tiempo que no tenía esa sensación, carrera contra el cronometro, crono de la voluntad de empezar algo, crono de la necesidad de acabarlo, crono que se pone en marcha, segundo a segundo y se para, no cuando uno quiere sino cuando uno ya no puede, respiración entrecortada, boca abierta intentando absorber litros de aire y gotas de sudor que empañan los cristales de las gafas de sol graduadas. Genial, que sesenta segundos vividos tan intensamente, ilusiones prohibidas aderezadas de azúcar y bebida isotónica, minuto de gloria con la banda sonora de carros de fuego, agenda mental escribiendo el calendario de competición y secuencia de imágenes pasando raudo a través de una nebulosa de querer y no poder. Cuantos años habían transcurrido desde la época del ocho, de las carreras continuas en campos de barro y olor a linimento en los vestuarios, del brazalete de las cuatro barras y de los entrenamientos bajo una profunda niebla en la Estacada. Momentos posteriores y más cercanos en el tiempo ya no son relevantes, pues ya había dejado de competir para deambular por el campo con esa máxima de "el que tuvo retuvo" pero que no da para más de un par de líneas en la historia jamas contada del minuto más largo y sufrido del ex atleta. Al final y a bote pronto, lectura interesada, gol por la escuadra y buena dosis de enseñanza,..hay una mecánica que no se olvida a pesar de articulaciones anquilosadas y kilos de sabiduría de diván, esa que se adquiere sentado y tumbado durante largos y pronunciados espacios de tiempo independientemente del lugar y la etapa trascendental de la vida marital.



Persiguiendo a mi sombra ya con el calorcillo primaveral y el metódico cambio de armario, ropa de verano dice ella, lo que era uno o cinco cuando empecé a escribir estas líneas de prosa deportiva, fue después ocho y muy recientemente, tal como ayer tarde, quince. ¿ Qué son quince minutos corriendo dentro de una hora andando a 80 centímetros el paso dado ?. ( Cálculo sencillo, cinco metros en seis pasos en repetidas ocasiones y la división me da el tamaño del paso ). Pues a día de hoy, mes de aguas mil, una gesta prometedora teniendo en cuenta el motivo de esta creación atlética y los escasos dos meses transcurridos desde que me calce las botas de montaña y empezó a rodar el engranaje mecánico de bielas y cigüeñales que soporta la estructura del ejercicio físico. Al final, lo verdaderamente importante no es tanto llegar sino salir,..a correr y disfrutar,..o a correr y sufrir lo menos posible.

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