Miro a través de los cristales y no veo nada. Miro alrededor pero sigo sin ver. Abro la ventana y siento el frescor de la mañana, la dulzura del rocío, la brisa del amanecer. Se eriza mi piel y un escalofrío recorre mi cuerpo de izquierda a derecha, de arriba a abajo, al tiempo que respiro profundamente como pretendiendo absorver todo el aroma a hierba mojada que impregna la salida del sol. Inspiro y descubro nuevos olores, hasta hace poco imperceptibles, los saboreo, sorbo a sorbo,..madera, hierba, flores, polen, restos de incienso de la noche anterior. Apoyado en la barandilla, recuerdo con cierto sarcasmo que las nubes no huelen gracias a un producto y sus alas, surrealismo puro. Empieza a entrar la luz a raudales y me ciega los ojos, vuelvo sobre mis pasos y me acurruco a tu lado, te acaricio el pelo y te doy besos en el cuello. Ronroneas como una gata que pide el desayuno y te giras hacía un lado mientras escondes la cabeza en tu regazo. Protestas en silencio ante tamaña luminosidad y con la palma de la mano extendida tapas tus ojos, que a duras penas logras mantener entre abiertos, mientras llevas el otro brazo hacía arriba y lo estiras perpendicular al movimiento ondular de las sabanas. Me miras y tu cara dibuja una mueca expresiva mezcla de despertares dificiles y tranquilidad interior. Con los ojos cerrados buscas el edredón y lo estiras hacia ti, encogiendo las piernas y arqueando la espalda, en ángulo recto y manos en cruz apoyas sobre ellas la cabeza, encima de la almohada e intentas conciliar de nuevo el sueño. Tumbado a tu lado, te miro y te admiro, te observo y te veo, te respiro y te siento. Dirijo mi mirada hacía arriba, hacía el techo inclinado, observando de reojo el azul intenso, del cielo primaveral a primera hora de la mañana, que veo reflejado en el cristal abierto. Desplazo mi mirada a través de la bruma ocasional, creada por el contraste entre la oscuridad de la habitación y la luz del alba, entre la humedad del rocío y el calor de nuestros cuerpos bajo la manta. Creo adivinar la silueta de tu figura reflejada en el contorno de la pared, como una sombra que ondea al viento y pierde su espesor, que blanquea su dureza y perfila con trazos de acuarela el relieve de tu alma. Ya con los ojos cerrados, vuelvo a mirar a través de la ventana e imagino ver árboles, montañas y el mar,..y sonrío con un guiño mezcla de curiosidad y sorpresa pensando en ti, pensando que si vieras lo que yo ya no querrías irte de aquí. Era cuestión de agarrar fuertemente esa cuerda imaginaria y tirar, tirar con destreza y fuerza angelical y poco a poco, centímetro a centímetro, traerlo hacía ti y dejarlo debajo de tu ventana bañando la puerta de casa y que el vaivén de las olas te ayudara a dormir. Desconozco que estas soñando ahora mismo pero veo como se dibuja una sonrisa en tu cara, seguro que lo estas viendo, tumbada en la arena, lo estas sintiendo, lo estas respirando,...Allí esta, bravo y en calma, mediterraneamente escondido en la bahía de tu infancia, golpeando con suavidad los recuerdos guardados, azul majestuoso, oleo en la paleta del pintor del arco iris engullendo con delicadeza los primeros rayos del sol, suavizando el color agreste, duro y altivo que la noche olvido recoger.
Abrumado por las vistas que, bailando cogidas de la mano, se reflejan vagamente en la pared de enfrente, levanto mi mirada hacía tu semblante sereno, tus ojos cerrados, tu respiración musical,..tu cara de sueño, soñando con sueños, un mar, el mar, tu mar. Y cogiendo tu mano y acariciando tus dedos pienso en silencio que no hace falta que mire hacía fuera si todo lo tengo dentro.
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